¿Una o siete mil millones?
Igualdad o libertad son dos ángulos de la habitación que construyó la civilización occidental a lo largo de más de dos milenios. No son opuestos, pero sí son sintomáticos, pues son signos que aparecen destacando una y otra vez en momentos álgidos de la historia: la Revolución Francesa, inicio del siglo XX, la década de 1960. Y hoy.
En la segunda década de este siglo irrumpen de nuevo en el discurso público, sin duda de forma justificada si tomamos en cuenta la cada vez más ferviente discusión y debate en torno al manejo de la nueva (¿vieja?) enfermedad. En cada país los síntomas son diferentes, dependiendo de tendencias, gobiernos, desgastes y hasta rencores que en cada situación prevalezcan.
Las opciones ofrecidas como cura al malestar social, pese a esa diversidad de factores, se vuelven extremas y polarizan antes que alivar; invitan al encono, la acusación fácil, ataques personales y la ofensa vil.
Indiferencia, irresponsabilidad e inconsciencia, son algunos de los argumentos esgrimidos por uno de los lados. Fascismo, dictadura y manipulación son las respuestas que replican los contras. Ambos grupos argumentan con las muertes, la salud, economía y humanidad de los afectados más directos; no hay más, porque la dimensión histórica aún no valida los puntos de vista.
Es aquí que entran en escena las opciones de fondo, los pilares que sostienen el escenario dividido que compartimos hoy: ¿La respuesta debe ser universal, una Cura sistémica, ortodoxa? O ¿El individuo, cada uno de nosotros, es responsable de su vida? Cualquiera de los dos opciones determinará el rumbo social de la humanidad, no cabe duda. Hoy es la inflexión.
Dejo aquí dos de mis reflexiones. En un mundo, como el actual, donde se ensalza tanto la individualidad y la particularidad, romper con el rebaño y “telematizar” hasta la relaciones sentimentales ¿es contradictorio pedirnos actuar como terneras? Acatar indicaciones pseudo militares: registro, asistencia alfabética, esperar en filas, como una forma de salvación. ¿Es parte del mismo juego, el de siempre, de dominio, o un contraataque? Entiendo que es muy probable que esta crisis naciera intencionadamente en China.
Entre las dos opciones que se nos muestran, pues tal vez haya más ocultas, escojo el optimismo, la esperanza multiplicada. No creo que la solución sea supervisar el comportamiento, censurar al diferente, al alterno. Rechazo que la aplicación farmacéutica sea la única viable, la historia reciente de la industria me hace dudar de sus buenas intenciones.
Esto se explica cuando se entiende que éstas sobreviven en un mercado donde los productores prefieren sobornar al gobierno que vender mercancía de alta calidad, donde se le dan prioridad a las ganancias directas y chupadas del miedo y la necesidad. Además, la cura no inmuniza, no afecta significativamente lo que ocurre, no cambia la tendencia… casi no existe, pues.
Yo no creo que una cura, creo en 7 mil millones de curas, la que está en cada uno de los habitantes de este planeta. Mi voto va por la libertad, al precio que venga y, ese, seguro se tendrá que pagar.